El autor

Alfonso Delgado (Santa Cruz de Tenerife, 1955 – 2019) desde niño sintió la necesidad de expresar y generar emociones. Se formó como artista plástico con Maribel Nazco, Enrique Lite o Pedro González, entre otros grandes pintores canarios. Comenzó a escribir poesía junto a su íntimo amigo Félix Francisco Casanova. Cada día de su vida estudió, investigó y desarrolló nuevas ideas, espacios, formatos, texturas o colores. Nunca dejó de trabajar y crear.

En esa búsqueda denodada, continua y libre, superó los límites establecidos entre las diferentes formas de expresión. Cuando preparaba una exposición de su obra, su propuesta era integral, las obras plásticas, que tenían sentido en sí mismas, también formaban parte del concepto global que presentaba y se relacionaban con las performances que llevaba a cabo, con las instalaciones, con la música que constantemente sonaba en la sala y con los poemas escritos en el suelo o en las paredes, entre otros elementos presentes en el espacio.

Entendiendo el arte como comunicación, pretendía desarrollar un lenguaje accesible, no exento de sofisticación, que lo democratizara y conectara a las personas con sus emociones. Del mismo modo, tenía la convicción de que las acciones artísticas debían buscar nuevos espacios, complementarios a las salas de arte, en los que pudiera producirse la interacción con la ciudadanía y la conversación social, el arte urbano.

Defendía el poder del arte y la cultura como armas de transformación social y por ello, también actuó como creador, impulsor y gestor de múltiples iniciativas institucionales e independientes en las que siempre luchó por la integración y promoción de todos los artistas. El máximo exponente fue la fundación y dirección del Laboratorio Intercultural de Creación y Comunicación de Ideas. Su trabajo fue premiado por el Programa del Consejo de Europa “Intercultural Cities” (2017) como reconocimiento al interés social, artístico e innovador de sus acciones.

Su obra, que fue expuesta por primera vez en el Ateneo de la Laguna (1977), inició una travesía por diferentes territorios, paisajes y océanos que lo llevaron a exponer en ambas capitales canarias, así como en París, Lieja, México D.F., Montpellier y otras ciudades europeas. Además, publicó obra poética, realizó diversos trabajos de diseño gráfico y escribió como colaborador en la prensa canaria. Su única novela “Queda la broza” (2018) fue presentada por el escritor Vicente Molina Foix y señalada como una de las diez mejores novelas de 2018 por Eduardo García Rojas.

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