A propósito de Alfonso Delgado

A propósito de Alfonso Delgado

La sensualidad vivida en toda su riqueza, los hermosos paisajes y culturas evocados, y el vibrante pulso narrativo de Alfonso Delgado, hacen de su novela, Queda la broza, un espejo de la libertad, de la Historia, y del poder inextinguible de la pasión amorosa

— Vicente Molina Foix, Premio Nacional de Narrativa

Conocí a Alfonso Delgado como joven moderno. Ello no quiere decir un vestido, sino más, una actitud ante la vida:

Afable, libre, atrevido. Su pintura me parece ahora en absoluta relación con la modernidad ¿o debiera decir postmodernidad? Si por ello entendemos una original vuelta a la imagen clásica renovada y una constatación –por otra parte- de lo que es más candente y vivo, sin duda postmodernidad. Los trazos no lo desmienten.

La pintura de Alfonso Delgado es pintura de refinamiento y de la pasión vital. También podría decirse que es pintura tropical y hedonista. Su pincelada y su color nos lleva a un naïf que conociera los talleres clásicos. Sus tema a una vida libre, natural e intensa ¿Qué significa su predilección por los felinos? Gusto por una belleza exquisita, visceral y osada ¿Qué su gusto por las plantas y flores, que a menudo son protagonistas de su mundo? Pasión por la naturaleza virgen, necesidad de una vida en comunión con lo vegetal. Y además mitos y jóvenes. Escenas que pueden ser de leyenda o cotidianidades paradisíacas que semejan mito. Los jóvenes que llenan los cuadros de Alfonso Delgado entienden la vida y su juventud como un edén, como una llegada y no como un tránsito. No les interesa la madurez, prefieren la aventura. Nos hablan de la realidad y del sueño, o por decirlo mejor, de su indisolubilidad permanente.

El joven que viaja en el autobús podría ser el mismo que, tumbado junto a un leopardo, y bajo la mirada de los anturios en una selva, nos incita –como símbolo- a no perder ni un minuto del placer, a gozar los instantes todos irrepetibles de la vida.

¿Qué pinta tan poéticamente Alfonso Delgado, porque hablamos de una pintura poética? La belleza elegante y joven, el esplendor del mundo que debiera ocurrir, y la necesidad de ser apasionados. Una pintura de mitos y ensueños que refleja perfectamente el clima de la más radical realidad cotidiana.

— «Una pintura lujosa cotidiana» por Luis Antonio de Villena

Oceana, en tu nombre navegan las caricias de los amantes, Paros, Naxos, Hydra, Ítaca, son sus azules, sus verdes y sus blancos, dicen que al argonauta se le enviaba a cumplir una tarea imposible para desembarazarse de él, pero siempre volvía victorioso. Llegué a tus orillas sin rumbo / con el corazón maltrecho de esperanzas, ¿Qué es lo que busca Alfonso Delgado?

Teseo y Ariadna. Ariadna es fuego, una paleta de ardor rojo, granate y naranja que clama, que grita, que invoca al mundo la magnitud de sus colores. Teseo por fuera es costra, es falla, es arena seca, es pigmento, fluye sin embargo en su interior de azules calmos y fértiles turquesas. Teseo una espada luminosa, un hilo para entrar en la cueva y conducirlo a ella a su regreso.

 

Y conducirlo a ella. Alfonso Delgado nos habla de amor; amor, casi una misión imposible de la que sin embargo regresa victorioso. Un amor moldeado en almagre, en arcillas ocres y naranjas y azules y marrones; almagre, luna, ondas, luz…, belleza. Alfonso Delgado nos habla de la belleza, nos muestra la belleza, una belleza serena, meditada, sabia; una belleza de paisajes que habitamos, una belleza en las praias da lua, en una caleta perdida, transparentes, cálidas, lienzos en donde podemos esquecer, en donde podemos olvidar, en donde Argos convive con su triunfo.

Oceana, conseguí navegar en tus azules…, dice Alfonso Delgado pero no es del todo cierto; la verdad, la verdad es que conseguimos navegar en tus azules contemplando Oceana, porque frente a Oceana, sumergiéndonos en Oceana, todos, Argonautas, descubrimos que nos esperabas en el último de los puertos, ¡belleza!, casi como una joya rara o inesperada, ¡belleza!, sirena feliz e infinita.

— Por Pablo Martín Carbajal

«… Hallarás en la ribera sentimientos encallados en los bancos de arena…” Alfonso Delgado

Ojos de buey, observadores del mundo, mirada externa, invasora, universo absoluto del mar. Maderas redondas, párpados de la sal. Sueños, recuerdos. Maresía. Faro. Descubrimiento.

Mar

De azules y verdes. Lugar de silencio. Entidad traslúcida. Mar presente. Naufragio I: cuántos barcos de la vida se adentraron en el lugar de la sangre y de las derrotas. Campo de violencia. Profundidad, asiento del alma, espacio del pensamiento, habitación de la tranquilidad.

Materia

Inventos, pigmentos, arena, óxidos. Gotas derramadas arrasadoras de la uniformidad.

Luz

Ocridad, paisajes de muelles, bahías, escenarios de una partida hacia un mar del pasado. Paisaje del viajero perdido en travesías imaginarias.

Horizonte

Extraño margen del contemplar, espuma tenue. Ánforas Prisioneras de fondos marinos, objetos del hombre, estanques de las especies de la sabiduría.

Mar

Horizonte de la memoria, espejo ausente de lo vivido, intenso como tú no olvidas.

— «Guía espiritual de la obra de Alfonso Delgado» por Álvaro Rodríguez Fominaya

«La muestra “Afrikania” es parte del trabajo hecho en los últimos años y producto de los viajes realizados por el pintor y del impacto que provocaron en el artista.

En él ha tratado de encontrar formas más vivas, acercándose a los principios motores del mundo. Introduce en su obra un reposamiento de los colores, acaso achacable a una muy pura influencia de la temática que desarrollan: el sosiego que produce encontrarse consigo mismo en unos parajes que todavía hablan de aires que sueñan a otra época, de cielos más limpios, del rústico devenir del hombre, desde un pasado memorable a un presente coaccionado e irrespirable.

— «Alfonso Delgado, un reencuentro con lo primitivo» por Víctor Álamo de la Rosa

La vertiente introspectiva y anímica del arte tiene uno de sus cultivadores en el tinerfeño Alfonso Delgado, autor de una obra rica y sugerente en sus connotaciones plásticas.

En el escenario de la Recova presentó “Maresía”, uno de sus mejores trabajos, una invocación plástica del mar, visto a la vez como misterio y fuente de plenitud. En esta colección de treinta y seis obras realizadas en técnica mixta, Delgado prolonga el discurso plástico de sus anteriores exposiciones, “El mar, la isla” y “Naufragios”. La atmósfera salina que se percibe al atardecer, en el aire, cerca de la orilla, es captada por su pincel, junto con las olas que baten contra las rocas o la arena, mientras una veladura se apodera de la tierra misteriosamente. Una de las características más notables del creador isleño es su capacidad para expresar mediante un lenguaje mínimo la esencia del motivo evocado y su efímera presencia en el tiempo. En cuadros como “Llovizna”, “Aguas cristalinas” y “Puerta hacia el sur”, Alfonso Delgado, también poeta, sabe recrear el motivo, no como lo percibe el ojo, sino como lo aprehende el espíritu.

No deja de ser una extraña casualidad que este artista de lo efímero fuera comisionado para dirigir uno de los proyectos más interesantes –y de vida más fugaz- de cuántos se han realizado en la capital tinerfeña: el ciclo “Nuevas Formas”, promovido en mil novecientos noventa y tres, año en el que también dirigió el Programa Alternativa. En el espacio Guimerá y, a veces, en torno al Coliseo santacrucero, “Nuevas Formas” aglutinó a diferentes artistas de vanguardia, procedentes de campos como la música electrónica, la danza, el performance y el vídeo-arte, en una iniciativa precursora de los espectáculos de arte alternativo desarrollados posteriormente en foros como el espacio “El Tanque” o el “Círculo de Bellas Artes”.

— «En busca de la dimensión anímica del arte» por Raúl Gorroño

De nuevo, un homenaje y un retorno. La mirada de un pintor insular vuelve, una vez más, hacia el elemento omnipresente del mar, se proyecta sobre él y acaba por configurarse en la idea de supervivencia.

Técnicamente la obra muestra la evolución del artista hacia un contenido matérico, un trabajo de abstracción y experimentación en el espacio.

 

Pintor independiente y libre, Alfonso Delgado, en palabras del crítico Nicolás Rodríguez, realiza un trabajo plástico que ha cedido su espacio concreto a la abstracción para reflejar ese estado lúcido de la serenidad. Su expresionismo lírico se define a través de un cromatismo natural donde cada color es reflejo de la animosidad poética. Ya lo comentaba también el escritor Luis Antonio de Villena, cuando decía que su pintura es sinónimo de pasión vital, de la confluencia entre la realidad y el sueño. Yo mismo he señalado que la obra de Alfonso Delgado es una de las más incitantes de los pintores del archipiélago, una pintura sensible, sin perder su frescura personal y su carácter lúdico.

Su pintura, centrada cada vez más en la abstracción, en el estudio del espacio y el color, con la mezcla del acrílico, los pigmentos y las arenas, se plasma en tonos verdes, azules y tierras que conducen al espectador hacia un nuevo viaje, a la visión de un naufragio, mediante la combinación de formatos rectangulares con otros circulares que sugieren los ojos de buey de los navíos. En realidad son los ojos del pintor los que nos conducen a la deriva, perdidos en la inmensidad azul, con la esperanza, tal vez, de hallar una orilla de promisión, siempre sugerida como un espejismo o un horizonte cercano.

He aquí, pues, una pintura constructiva, en continuo movimiento. Así, los colores parecen resbalar por el lienzo, libres, ligeros, mezclándose con la materia y originando curiosos efectos de capas y de veladuras.

— «Mares y naufragios en Alfonso Delgado» por Luis León Barreto

La libertad es una de las pasiones preferidas por el hombre, al permitirnos una expresión transparente de los anhelos que sentimos. El uso de las técnicas artísticas se convierte en un camino para alcanzar esa libertad, entendida como el deseo de mostrar tanto nuestras ideas como la visión que percibimos del mundo que nos rodea.

Eso es precisamente lo que Alfonso Delgado expresa a través de diferentes tipos de arenas y acrílicos, impresiones particulares que pretende comunicar a quines deseen comprender su obra. Desde ese punto de vista, no podemos hacer comentarios globales carentes de sentido, si no expresar nuestra opinión al respecto, agradeciendo al artista que nos invitase a compartir lo genial de su creación.

En primer lugar, Alfonso Delgado no es figurativo, tal vez porque le interesan las ideas y no la realidad congelada en una imagen. Gracias a ello su arte es sincero y libre, pues no distorsiona objetos sino que construye sensaciones; así, su concepto del mar no se ajusta al fondo marino sino a lo que percibido de él, lo que verdaderamente le impresiona. Por tanto, su pintura es fundamentalmente sensorial, pues las gamas cromáticas son muy variadas y consigue crear efectos contrastantes fuertes. Las horas del día en que se inspiran sufren un proceso de transformación en el deslizamiento de sus pinceles, ya que el color huye en muchas ocasiones de los que podríamos considerar como lógico para adquirir un nuevo concepto cromático.

A todo ello contribuye la presencia de las arenas, que en ocasiones provocan cierta morbidez y en otras le sirven como recurso para crear relieves con el fin de superponer capas de pintura hasta ofrecer un cierto dramatismo en la contemplación del cuadro.

En definitiva, todos estos elementos nos invitan a la participación en una obra meditada donde apreciamos la visión del artista y no una realidad modificada. Naturalmente, cualquiera de nosotros puede efectuar una lectura propia de su obra y todas serán igual de válidas; en cualquier caso, esta pintura no nos deja impasibles, consiguiendo el objetivo de todo artista, la comunicación.

Así pues, contemplar esta exposición, Aviso para Navegantes, es algo equivalente a rozar el alma del artista; él se muestra con naturalidad en la obra y utiliza todos los recursos plásticos que considera adecuados para explicarnos su imagen de lo que significa la libertad creadora. Por todo ello puede estar seguro de pertenecer a esa reducida lista de personas que han recibido el don creativo, pues el arte no es otra cosa que mostrar de forma sensible las percepciones del hombre.

— Por Carlos Castro Brunetto

Equilibrio es, seguramente, el término más adecuado para presentar la obra de Alfonso Delgado.

Equilibrio en las composiciones.
Equilibrio y armonía cromática.
Equilibrio entre el amor a los clásicos y el interés en la vanguardia.

Sabemos que el uso del color ha sido objeto de continua investigación por parte de los grandes maestros. Recordemos como Rothko, fascinado especialmente por el rojo, pasaba horas enteras en el MOMA, delante del “Atelier Rouge” de Matisse, estudiando, afirma Francisco Jarauta, todas las sombras que nos inquietan y nos protegen.

Y es que el color y la intensidad son dos elementos decisivos a la hora de dar sentido a un cuadro. Las obras de Alfonso Delgado trascienden al plano, indagan en el espacio, construyen universos de significación abiertos y llevan nuestra mirada allí donde queremos estar. Su gran abstracción no sólo no impide, sino que llama a las emociones. No esperemos contemplar el mar, ni un paisaje concreto, sino su atmósfera, su movimiento y sus luces. Mirar estos cuadros requiere un ejercicio de los sentidos.

No existe un planteamiento teórico, en todo caso filosófico, hedonista. Se trata del placer de mirar.

El autor, un hombre comprometido con su entorno, gran lector y amante de todas las expresiones artísticas es ajeno a la superficialidad, la retórica y el recargamiento. Discreto y reservado, independiente y libre, guarda toda su energía creativa para aliarse con la luz e impresionar las telas, produciendo en los ojos ajenos, cromáticos desacostumbrados.

Tal como dijo Esteban Vicente, el pintor es consciente de la vida y la realidad, mira y es receptivo. El resto es fantasía. Esto es lo que podemos encontrar en este interesante trabajo de exploración de la luz, el color, el movimiento, las texturas y los espacios.

Desde la orilla, Alfonso Delgado contempla el horizonte, la confluencia sutil entre la realidad y el sueño.

— «Equilibrio» por Paloma López Reillo

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